Ecce Homo atribuido a José de Mora

La obra representa un Ecce Homo, un busto de la Pasión de Cristo, una representación totalmente arraigada en la imaginería barroca.

La figura de Cristo aparece en uno de los momentos más dolorosos de su Pasión: flagelado, ensangrentado y con la dignidad quebrada. La pieza muestra esos signos de sufrimiento completamente visibles en el rostro golpeado, hilos de sangre que le recorren el rostro, y la boca entreabierta que parece dejar escapar un suspiro.

A esto se le suma la túnica roja como símbolo de entrega y sacrificio. Le cubre los hombros y deja ver su cuerpo herido. La cuerda en el cuello es un elemento iconográfico habitual que intensifica el dolor al que ha sido sometido.

Representa la imagen de la resignación y la entrega silenciosa, íntima. La mirada implorante y rota parece buscar una respuesta que finalmente no llega, un elemento muy propio del barroco español.

El rostro es particularmente significativo con las facciones estilizadas, y los ojos de pasta vítrea que le otorgan una cualidad viviente y frágil. Esto sumado al cabello, dispuesto en largos mechones, enmarca una expresión de aflicción y realismo delicado. Este equilibrio entre la humanidad y la espiritualidad es uno de los rasgos más típicos de José de Mora.

José de Mora (1642-1724), nacido en Granada, hijo de Damiana López Criado y Bernardo de Mora, este último escultor y arquitecto de retablos. Adquirió la tradición escultórica familiar desde su infancia en el taller de su abuelo en Baza (Granada). Posteriormente comenzó a trabajar con Pedro de Mena (1628-1688), uno de los máximos representantes de la escultura barroca en España, donde adquirió una gran formación, así como con el artista Alonso Cano (1601-1667), cuyos modelos iconográficos ejercieron una gran influencia en su obra. Esta gran formación le convirtió en uno de los líderes del panorama artístico granadino.

Hay varios testimonios que afirman su importancia y renombre, ya que recibía visitas de comerciantes buscando que les realizara esculturas para poder tener en sus manos piezas del mejor escultor de aquella tierra. Las primeras piezas documentadas de este artista son una serie de Dolorosas y Ecce-Homo como la pieza que estudiamos, generalmente de pequeño formato y encargados por conventos para el culto íntimo o pequeñas capillas, donde la contemplación fuera cercana y personal. Esta obra responde perfectamente a esa función: invita al recogimiento, al diálogo interior y a la compasión.

José de Mora, además, fue escultor de cámara del monarca español Carlos II hasta 1672.

Tras su muerte fue recordado como un hombre virtuoso, querido y respetado, conocido como uno de los escultores más refinados y espirituales del barroco español y cuya influencia marcó profundamente la escultura granadina.

La pieza sigue los modelos iconográficos de este artista, inspirando tristeza, soledad, melancolía, dolor. La representación de las venas tan remarcadas forma parte de ese sufrimiento que no grita, sino que susurra.

La pieza se sitúa además sobre una peana rectangular en madera tallada, policromada imitando el mármol, con una placa indicando a José de Mora como autor de la obra.

Ecce Homo atribuido a José de Mora responde por tanto a un ejemplo perfecto de la escultura barroca granadina donde el sufrimiento, y la representación tan expresiva y devocional se convierten en los protagonistas. Su incitación al diálogo interno y su sentido espiritual recuerdan a las representaciones de José de Mora, así como sus características estilísticas como el rostro alargado, la madurez estética y expresividad de la figura.

La pieza no solo representa la iconografía tradicional del Ecce-Homo, sino que la enriquece con una sensibilidad capaz de convertir el dolor en un acto silencioso de contemplación. Busca conmover sin estridencias, comunicando la tragedia mediante la serenidad.

Contacta con nosotros para recibir más información.